sábado, 19 de junio de 2010

8:55 p.m.

8:55 p.m.
Darcy y Yeyo se conocieron un sábado. Darcy y Yeyo se conocieron durante las salidas de Darcy a la superficie. A Darcy a veces le gustaba salir a nadar un poco durante los días de sol, porque a veces hacía mucho frío en el fondo del mar. El día que Darcy y Yeyo se conocieron, Darcy le preguntó por aquello que le parecía ver oculto en sus ojos.

- Es que soy tímido - dijo Yeyo.

Yeyo iba en un neumático viejo. Yeyo iba flotando sobre las olas. Yeyo sabía que se trataba de un neumático que alguien había abandonado en las riveras de ese río que a veces desembocaba en el mar.

- Eso pensé yo - dijo Darcy - pero sé que hay algo más. Dime que me lo vas a contar.

- Qué cosa? - dijo Yeyo.

- Ese. Tu gran secreto oscuro. No soy una mujer que se deja impresionar fácilmente.

Entonces Yeyo le contó su gran secreto a Darcy y Darcy se enamoró más de Yeyo, aunque  aquellas cosas que le había contado Yeyo la habían logrado impresionar, y aunque a ella le habían pasado cosas parecidas en su infancia.

- Dijiste que no te ibas a dejar impresionar.

- Lo siento - dijo Darcy - pero es que es demasiado fuerte.

A Darcy no le gustaba ser supersticiosa ni justificarlo todo con la existencia de un dios. Pero escuchando historias como las de Yeyo, y estando allí en la superficie del agua, y nadando sobre las olas azules del sábado, y con todo el océano a su disposición, y compartiendo secretos en ultramar, Darcy pensó que había un algo que teníamos siempre frente a nuestras narices y que todos los días tratábamos de tocar. Luchábamos y lo arañábamos como quien trata de clavar sus uñas en el cristal de una ventana y algún día lo íbamos a lograr.

Seguidores