sábado, 19 de junio de 2010

4:18 p.m.

La verdad es que todos los animales en la villa somos unos perdedores totales. No hay nadie quien se salve. Ni los nuevos, ni los antiguos, ni los que tienen probabilidades de volver al mundo real, ni los que estamos condenados a esperar la muerte en este silencio de ranas saltando entre los lotos y de tortugas masticando hojas de almendro y de mediodías de cuarenta grados a la sombra. Venimos de universos repletos de violencia, injusticias, inequidad, golpes, tortura, barbarie, hambre, corrupción, machetazos, ignorancia, maltrato y más maltrato. Sangre, maldad. Todos tenemos nuestras huellas. Pero nos las zanjamos y hemos aprendido a inflar nuestro valor tal como le toca aprender a todo perdedor total. Ya era hora de un alto a tanto sufrimiento. Y si sopesamos todas nuestras circunstancias, debemos decir que esta villa es una especie de paraíso en comparación a nuestros lugares de origen. A veces hacemos fiestas en las jaulas de los animales vecinos para celebrarlo y a veces nos reunimos a cantar poemas de amor a orillas del río Cauca por donde pasan los desperdicios de la ciudad y por donde desembocan los tóxicos industriales de los caleños y, a veces, algunos animales tratamos de meternos mentiras a nosotros mismos, relatando viejas aventuras, épocas idas al lado de dueños de circos prestigiosos y zoológicos ultramodernos. También nos gusta fanfarronear con esa suerte de nuevos proyectos que, intuimos, nunca vamos a cumplir.  Pero la verdad es que nosotros somos lo que somos, lo que hemos sido y el molde de lo que nuestro destino nos trazó: Una tortuga con un hueco en el caparazón; un elefante con la trompa diseccionada, un rinoceronte raquítico; una pantera alcohólica y todo tipo de animales decomisados en las fincas mafiosas: loros, tigres, caimanes, pavos reales, micos, ciervos, leones, avestruces, jaguares, culebras. Y lo peor no es que seamos unos perdedores. Lo peor es cómo nos sentimos con respecto a ello y cómo lo enfrentamos: con soberbia, con orgullo pendejo. Siendo nuestra verdad tan contundente. Si vinimos a parar aquí es porque somos lo que somos: animales salvajes maltratados en un mundo de animales más salvajes que los mismos animales.

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