sábado, 19 de junio de 2010

4:46 p.m.


Darcy, nombre de ballena, siempre ponía su cabeza en las ideas que le apetecía y allí las dejaba. Darcy entendía que debía comprar un machintosh como su técnico se lo había aconsejado. Darcy había desperdiciado demasiado dinero arreglando su viejo pc y su técnico le había dicho que una mujer como ella se merecía un machintosh. Así que Darcy estaba dispuesta a comprar uno. Su técnico le había dicho que un machintosh nunca iba pescar un virus. Darcy pensaba todo esto mientras el tren esperaba a reanudar su marcha después de haberse atascado entre las estaciones de Times Square y la calle 34. Una voz de un hombre afroamericano había aparecido en los parlantes del vagón y estaba diciendo que ya muy pronto iban a reanudar la marcha. Darcy distinguía perfectamente la voz de un afroamericano y le parecía agradable aquello, pero no podía eximirse de pensar en un ataque terrorista al sistema de trenes, especialmente después de lo vivido en los ataques del 11 de septiembre. Darcy puso su mente en los anuncios del tren y allí la dejó. Se puso a pensar que los anuncios estaban en español y que su país iba a ser muy odiado por todo el mundo después de la invasión a Afganistán y la guerra en Irak y todas ésas cosas que aparecían en la Internet. Darcy temía que los latinoamericanos a la postre eran los únicos amigos con los que se había quedado su país.  El tren no arrancaba. Otra vez la voz sensual en los parlantes pedía paciencia a sus pasajeros y les daba confort. Darcy se sintió aliviada y por alguna razón excitada con aquella voz. La conciencia le hacía un llamado a la tranquilidad. Eso de los trenes atascados en el subterráneo correspondía perfectamente a la normalidad.

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