No sé si dije que yo a veces rujo. Yo rujo, pero rujo en silencio. Yo rujo para mis adentros y esta mañana no he rugido nada. Esta mañana una pantera ha venido a vivir en la jaula contigua al árbol de Rumbero. Le decimos "el árbol de Rumbero" porque Rumbero a veces se echa allí, a tomar la siesta, y a contar cómo en los viejos tiempos trabajaba en la casa de los narcotraficantes más temibles del país hasta que una tarde decidieron cortarle los colmillos porque sus dueños querían verlo andar libremente por el jardín. Otras veces, Rumbero cuenta aquella vieja nueva historia muy reciente: de cuando una mañana vino el señor Oso Polar hasta su jaula y lo invitó a nadar. Rumbero fue a nadar con el señor Oso Polar y terminaron apostando una caja de cervezas, de premio, a quien alcanzara en primera instancia la línea del horizonte. Rumbero y el Señor Oso Polar nadaron tanto que no tuvieron fuerzas para volver ni para seguir y, entonces, decidieron hacer una apnea. Eso cuenta Rumbero algunas tardes cuando despedimos a Ana Julia y, paquete cigarrillos en mano, Rumbero se echa bajo el árbol a tomar la siesta. De esa mañana, Rumbero recuerda muchas cosas extrañas y el Señor Oso Polar no lo desmiente. El Señor Oso Polar no habla nunca. El Señor Oso Polar es un oso de pocas palabras. Al señor Oso Polar le gusta caminar en calcetines. El señor Oso Polar odia cuando le toca caminar por la jaula de Rumbero, pues la Jaula de Rumbero siempre está llena de charquitos y a veces el señor Oso Polar pone sus calcetines encima de uno de aquellos charquitos. El señor Oso Polar odia aquello. Pisar charquitos, cuando va en calcetines, es lo que más odia el señor Oso Polar.